jueves, 15 de abril de 2010

Hábitos de lectura

La mitad de las mujeres son grandes lectoras frente a un cuarto de los hombres
Por Paolo Fava, en 30 de Marzo de 2009

Mujer leyendo
Este mes se ha celebrado el día del libro en Inglaterra y a la sazón han venido apareciendo una serie de estudios estadísticos sobre hábitos de lectura. El último trata de las diferencias de género, tema espinoso en este campo como en cualquier otro. Siempre se ha sabido qué sexo lee más: una de las paradojas de la literatura es que hay menos escritoras pero más lectoras, al menos hasta ahora. El estudio tenía una meta más ambiciosa: descubrir porqué las mujeres son mejores lectoras.

El estudio se realizó sobre 2.000 lectores y permitió a los investigadores establecer una tipología de lectores. Los más ávidos de todos son los “Page turner” (que vendríamos a traducir horriblemente como “gira-páginas”), lectores con una verdadera dificultad para despegarse de la trama y resignarse a dejar el libro de lado aunque sea para dormir. A este grupo, con el mayor índice de lecturas al año, pertenecen el 48% de las mujeres frente al 26% de los hombres.

¿Cuál sería el comportamiento inverso al del “page turner”? El del “slow worm” o “gusano lento” (para ser un estudio literario la elección de motes es espantosa). El “slow worm” no goza de una capacidad lectora demasiado ágil, pero aun así se compromete a llegar hasta el final del libro que ha elegido. Por lo tanto, nuestro amigo el gusano leerá una media de dos libros al año. El 32% de los hombres recaba en esta categoría frente al 18% de las mujeres. Pero eso no es todo: el doble de hombres encuestados reconoció no tener ni siquiera la constancia necesaria para acabar un libro.




Interpretar estos datos es una tarea más ardua que la de simplemente constatarlos. En The Guardian nos recuerdan una frase de Ian McEwan: “Cuando las mujeres paren de leer, la novela habrá muerto”. Ciertamente existe la convención en el mundo editorial de que las mujeres son el público crítico. Como nos confirma este estudio, son las que más leen, más compran y más se influencian mutuamente recomendándose lecturas. Un experimento de campo simple es el de comparar el número de hombres y mujeres leyendo en el transporte público. Habitualmente ganan ellas.


Ian Mc Ewan
¿Cabe decir que hay un prejuicio masculino contra la literatura? Dicho de otro modo, ¿se siente uno menos hombre por leer? Puede darse, pero suele ocurrir en ambientes que de por sí no fomentan la lectura. Hace unos años el cantante Melendi bravuconeaba diciendo que “no había leído un libro en su vida”, lo cual resulta difícil de creer. Esto no deja de ser una reacción subversiva a otro prejuicio mucho mas arraigado: que el que no lee es tonto. La lectura revaloriza socialmente independientemente del sexo, y su rechazo es una bravata de quien se siente menospreciado por el paradigma dominante.

Entre los hombres, quien puede leer lee, igual que entre las mujeres. Sólo que ellas parecen poder más y mejor. El problema puede ser de otra índole: si los hombres no tienen un prejuicio negativo hacia la lectura, tampoco tienen una disposición proactiva hacia ella. La aproximación a la literatura se aborda con mayor naturalidad en las mujeres, leer es algo que no se pone en cuestión. Asimismo, la producción editorial da muestras de acomodarse con mayor facilidad al nicho femenino.

Si hablamos de literatura femenina (que no feminista, algo enteramente distinto) podemos convenir en algunos rasgos comunes, aunque suenen tópicos. Predominio del romanticismo, por ejemplo, pero también de drama emocional, aventura e intriga. Hay colecciones y autores de literatura popular que han arrasado con esta fórmula que aún perdura. Pero ¿existe la literatura masculina? Podemos hablar de series igualmente populares de ciencia-ficción, misterio o westerns con héroes de acción tallados en granito. En su época fueron entretenimientos de masas pero hoy se han visto relegadas por el cine y la televisión.

Algo que resulta innegable es que el lector formado carece de sexo. Las propias lecturas que acumula van modificando las expectativas que en inicio le condicionaban por su género. Nuestro sexo es uno de los muchos factores psicocríticos que influyen en nuestra interpretación del texto, cierto, pero eso no evita que el hábito lector amplíe las perspectivas. Ser un “page-turner” no te garantiza convertirte en lector formado (puedes estar leyendo toda la vida un tipo de literatura sesgada), pero la práctica lectora continuada fomenta la curiosidad y la superación de tabúes. En este aspecto los chicos todavía tenemos que arrimar el hombro y dar ese saltito adelante que tanto asusta.

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